OPINIÓN
Por Guillermo Robles Ramírez
Dónde pega la carestía
Cada vez es más recurrente encontrarnos información sobre el incremento de la canasta básica o bien de las frutas y verduras, en medios de comunicación impresos y digitales.
Y si es persona que no lee este tipo de información, siempre he considerado que quienes saben más de este tema son las amas de casa quienes tienen que estar haciendo lo imposible para estirar el dinero o bien administrar las compras.
También está la fuente de información de los comerciantes de cada localidad que se dan cuenta diariamente qué es lo que dejan de comprar los consumidores y por cuál lo sustituyen como es el caso del tomate que sale más económico o rendidor comprar el puré de tomate.
Pero esos precios solo percibile al consumidor promedio, es decir, a la gente que gana uno o dos salarios mínimo y que compran su mandado diario o cada dos o tres días.
A quienes no reciben este impacto es la mayor parte de los funcionarios gubernamentales desde el último escalafón hasta el puesto más encumbrado, no existe la carestía de la vida.
De eso estoy convencido, por lo que cada que hay cambios en los precios no solo de la canasta básica, sino del resto de artículos de más consumo por las clases populares y demás niveles económicos y sociales, sus declaraciones son de rechazo contundente cuando se les entrevista de las afectaciones del alza en la mercancía.
Generalmente sus respuestas son de que los precios se mantienen a la baja y que no hay inflación, palabras más o menos pero son las respuestas acostumbradas, aunque no las reales de la problemática que tienen que sortear aquellos que no forman parte de las filas de empleados de servicio público o sea que no sirven a oficina pública alguna.
¿Por qué esa negativa permanente de que los precios de los artículos de más demanda no han subido de precio para ese selectivo sector de empleados públicos?
En lo personal le doy una respuesta sencilla y clara que consiste en que a esa “flor y nata” de la burocracia gubernamental no le falta religiosamente su sueldo quincenal haya o no situaciones económicas y financieras adversas a la economía nacional, o bien tampoco existe una pandemia que los dañe y siguiendo además recibiendo los famosos “quinquenios”, gratificaciones y otros estímulos no comunes en el resto de la comunidad laboral que este en una fábrica, oficina particular, comercio, industria, etc.
Con o sin crisis a los gobiernos en turno no les faltan los recursos de manera sensible que le afecten como al resto de la población y es porque la mayoría de los contribuyentes no deja de cumplir religiosamente con el obligado tributo a sus gobiernos, por lo que, en efecto, no tienen por qué hacer frente al encarecimiento de la vida por la pérdida de valor del peso mexicano frente al dólar, por el alza en los precios de combustible, por aumentos salariales, etc.
Tan solo en el segundo semestre del presente año la gasolina ha aumentado más del 22%, gas 30%, la tarifa de CFE 12%; solo por mencionar los gastos directos que impactan el encarecimiento de cualquier producto y/o servicio en México.
El lunes de esta semana de agosto, el Índice Nacional de Precios al Consumidor, dio a conocer la inflación en julio 2021, con respecto al mes del año anterior, teniendo una inflación de 0.59 %.
Los productos con más incremento en su precio fueron los chiles frescos, limón, tomate verde, calabacita, aguacate, pollo, carne entre otros y por, además, subieron las rentas, los precios en los restaurantes de todos los niveles, tortillas, automóviles, gasolina, transporte aéreo, perfumería y servicios de telefonía móvil.
Conclusión: la carestía lo sufren todos aquellos que NO laboran en un sector gubernamental, mientras que los funcionarios públicos siempre tendrán una percepción muy fuera de la realidad para el resto de la población, o como dijera aquel “bato”, del PUEBLO. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org