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Carlos Robles

Buen fin, ¿para quién?

Mi Columna

Buen fin, ¿para quién?

Por Carlos Robles Nava

Es una lástima que se haya colocado entre la espada y la pared, el programa en México llamado “El Buen Fin 2015” como una competencia con el comercio de los Estados Unidos, pues en las ediciones realizadas hasta el momento, han representado todo un éxito tanto para los compradores como para los comerciantes.

Sin embargo, la reciente declaración oficial hecha pública en días pasados, a pocos días de que se inicie “El Buen Fin 2015”, por la Procuraduría Federal del Consumidor, en el sentido de que a partir del mes de septiembre se detectaron alzas exageradas en los precios de infinidad de productos electrónicos, particularmente teléfonos móviles, así como sus accesorios, televisores, computadoras y otros más cuyos componentes o materia prima principal es extranjera que van desde un 10 y hasta un 32 por ciento, sobre las cotizaciones registradas antes de la tremenda devaluación del peso mexicano frente al dólar.

Con o sin razón justificada de estos incrementos en precios detectados por PROFECO, es un hecho, al menos de acuerdo a las revisiones hechas por los inspectores de la citada Procuraduría, que el cambio monetario provoque una actualización en los productos que vienen de los Estados Unidos u otros países del orbe, aunque hay que decirlo, que como en la viña del Señor, hay quienes mantendrán sus cotizaciones anteriores como igual existen y ya aparecieron los comerciantes voraces como eso de aplicar un 32 por ciento de alza comparativamente a los precios anteriores, calificado por los consumidores como un claro asalto en despoblado, siendo precisamente estas acciones lo que provocará una estampida o alejamiento de espanto de los compradores.

“El Buen Fin”, no solo hay que verlo como un instrumento de generar mayores ventas ni tampoco de que el gobierno federal cuente con más ingresos por las altas ventas, sino tiene múltiples vertientes entre ellas, por cierto importantes, la contratación temporal de nuevos empleos, sin faltar los casos en que gente ocupada por este programa, se quede de planta en la tienda que contrató a los nuevos empleados tomando en cuenta su disponibilidad y prestancia para tratar al comprador, como el despertar de negocios no conocidos y con la propaganda del citado programa difunde los productos y servicios que proporciona.

No es criticable que los comerciantes tengan que equiparar los precios de sus artículos compensando el alza que les motiva el nuevo valor del dólar con dinero mexicano, sino lo censurable es que no faltan los que  rebasan los límites de obtener una utilidad justa y acorde a lo que venden y por ningún motivo sea por una desmedida ambición, provocando que una buena promoción como “El Buen Fin” caiga a tierra por la avaricia de unos cuantos, al margen de que en la mayoría de los casos y de hecho la mercancía a venderse preferentemente forma parte del stock o volumen de almacenamiento con precios anteriores, no faltando los que aprovechan las circunstancias de que a río revuelto, ganancia de pescador.

En fin, valga la redundancia, mucho trabajo tendrán las Cámaras de Comercio de Coahuila, fortaleciendo sus invitaciones y exhortos a los asociados para no aprovechar “El Buen Fin”, para que no se convierta en un “festín” en ganancias unilaterales, sino no hay que olvidar ni hacer a un lado que la dualidad o pareja perfecta en el comercio universal fue, es y será siempre, el compartir beneficios, es decir, que los programas sean ganar-ganar, lo mismo para el que compra que para el que vende y no perder su esencia de convertirse en “Un Buen Fin” este exitoso programa instituido por un coahuilense y me refiero al saltillense, Jorge Dávila Flores, actual Diputado Federal. (www.intersip.org)