OPINIÓN
Por Guillermo Robles Ramírez
Vicios que no cambian
El nuevo ciclo escolar 2017-2018 en el país no solo nos recordó lo latoso que fue la búsqueda de las listas de materiales de nuestros hijos, sino también nos ha recordado viejos vicios que por más que anuncie la Secretaria de Educación Pública que están penados, se continúan haciendo.
Uno de estos vicios del cual nunca se ha podido erradicar son las famosas cuotas que muy a pesar de que en teoría no deben de estar condicionadas o mucho menos obligatorias, se continúa cobrando la cuota de la junta de padres de familia.
Posiblemente con tantas cosas que pasan por la cabeza de los papás y mamás, que quedan tan abrumados como para pensar otro tipo de vicios que nunca terminan y posiblemente hasta muchos ni siquiera le den la importancia que se merece: el transporte escolar.
La mayoría de los padres de familia se quedan confiados que el servicio del transporte escolar son seguros por el simple hecho de saber la trayectoria de la casa a la escuela o viceversa, haciéndolo como algo cotidiano de que nunca pasa nada siendo sinónimo de “seguridad”.
Es muy común ver en todo el estado de Coahuila incluyendo a Gómez Palacio a lo que conocemos como Comarca Lagunera por ser una ciudad que pertenece a un centro metropolitano que más del 90 por ciento de los vehículos de transporte escolar sobre todo la de primaria que utilizan vehículos demasiados antiguos conocidos como las combis y una que otra camioneta tipo guayín que por su forma eran confundidas como lanchas rodantes.
Forma parte de lo cotidiano verlos nada más pintados de amarillos, cegando por completo a los padres de familia que ninguno de estos vejestorios puede asegurar que durante el trayecto suceda algún percance automovilístico, generando un gran susto para los pequeñines pudiendo generar hasta un problema de azúcar por la impresión.
Los trasportes escolares de Coahuila, tienen una carencia de medidas de seguridad, comenzando con su carencia de cinturón de seguridad, siendo éste el primer peligro en donde se juega la vida o la muerte; también la saturación de los estudiantes dentro de las unidades lo hacen aún más peligroso ya que en un frenado de emergencia pues van a chocar sus cabecitas entre ellos mismos.
Los malos hábitos y costumbres de los choferes al momento de conducir olvidando el encendido de luces, señalización, haciendo caso omiso a los altos totales donde son indicados en las principales calles, el exceso de velocidad, el uso de celular al momento de manejar, entre otros.
La falta de obligatoriedad de que en su interior debe de ir otro adulto, necesario para que acomode a los niños por tamaño, que cada uno tenga un asiento asignado y que tenga la habilidad de saber cómo corregir un mal comportamiento de los pasajeros para que éste no sea un distractor principal para el conductor, pero que además tenga el conocimiento básico de paramédicos para cualquier tipo de emergencia, y evidentemente contar con el botiquín de primeros auxilios. También ésta misma persona debe hacerse responsable de asegurarse la llegada del menor hasta la puerta de su casa y no permitir que se baje por sí solo, cruzando una calle que aparentemente se puede ver segura desde la perspectiva de un adulto.
Las condiciones físicas de las unidades es otro de los factores que deben de preocuparse los padres de familia, ya que la mayoría son vehículos chatarras que tienen muchas fallas mecánicas, y otros con dudosas instalaciones de gas butano utilizado como combustible para mover dichas unidades, por su alto rendimiento por kilómetro.
Prolifera por toda la ciudad una gran cantidad de unidades piratas que con el simple hecho de poner una tabla en lugar de asiento, y pintarlos de amarillo, piensan que son vehículos seguros para el transporte escolar, pero ni siquiera cuentan con salidas de emergencia para en caso de un accidente o un incendio, pero lo peor de todo es que también aquellas unidades que están registradas ante las autoridades, tampoco cuentan con ésta medida de seguridad mínima para estar circulando, poniendo en riesgo la inocencia de muchos niños, que son enviados a la escuela.
La mayoría de los vehículos corresponden a modelos ochenteros conocidos como «minivans», en el mejor de los casos pero también existen otros todavía más viejos que no cumplen con los requerimientos necesarios de seguridad que marca la ley; pero como exigirle a una autoridad cuando en la realidad se trata de un contrato privado entre padres de familia con un particular que por el simple hecho de tener una chatarra con cuatro ruedas, ofrece un servicio, dejando desarmado a la justicia para poder regularizar éste tipo de unidades.
No hay duda que los vicios siempre serán los mismos y cíclicos que, aunque inicie, como es en este nuevo ciclo escolar hay cosas que se repiten sin cambiar. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org