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Carlos Robles

Estamos llenos de ellos

Mi Columna

Estamos llenos de ellos

Por Carlos Robles Nava

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Los mexicanos somos especialistas y expertos para “colgarnos” como changos de cualquier moda, novedad y recurrimos de inmediato a la imitación y la presencia de tantos migrantes en Coahuila, en particular en Torreón y Saltillo, originarios preferentemente de Honduras, Guatemala y El Salvador, no han sido la excepción.

Aunque en menor cantidad a los migrantes que arriban a Saltillo, al menos por la información que se recibe, también vienen algunos de países de África que se encuentran en conflictos bélicos; de la India, etc.

La proliferación o presencia de estas personas se multiplicó en los diversos cruceros, en especial de los de mayor circulación vehicular, ya que las autoridades locales no tomo medidas al respecto, sobretodo porque la Iglesia Católica defendió a estos desdichados y recomendó a las comunidades apoyarlos y no combatirlos.

Un argumento válido en ese entonces es que llegaban a Coahuila a protegerse de las injusticias de su país y de ser extorsionados y victimizados por grupos delincuenciales de su país de origen.

Un defensor férreo y permanente lo fue el sacerdote Pedro Pantoja, encargado de la Casa del Migrante, lugar en donde hay que reconocerlo se les protegía dándoles alimentos y alojamiento para que no pernoctar en la vía pública, además de que fuese la Casa del Migrante, su refugio protector como así ocurrió.

Sin embargo, estos centroamericanos necesitados de ayuda y apoyo de los coahuilenses dejaron de apostarse en los cruceros porque fueron desplazados o reemplazados por grupos de vivales que vieron la oportunidad de recaudar algunos recursos económicos sin necesidad como era en el caso de los verdaderos y reales migrantes.

Esos imitadores o falsos migrantes tras invadir los cruceros, amenazaron a los verdaderos centroamericanos de causarles daño si “invadían” el nuevo modus vivendi de estos gandayas y falsos migrantes al grado de que aprendieron hablar como si fueran originarios de algún país centroamericano y hacer las señas con los dedos de las manos hechas por los reales paisanos para solicitar una ayuda sin acercarse a los conductores y se han convertido en los “reyes de los cruceros”.

En días pasados, el padre Pedro Pantoja, denunció públicamente que esos imitadores son oportunistas, advirtiendo que la Casa del Migrante, no pide dinero y si lo hace es de manera formal y no pidiendo dádivas.

Así es que aquellos buenos samaritanos que deseen apoyar a los verdaderos desafortunados pueden hacerlo dirigiéndose a la verdadera Casa del Migrante y entregar esa ayuda que no necesariamente tiene que ser dinero, pues otra forma de apoyarlos es comprando ropa nueva ya que la mayoría salen de su país con lo que llevan puesto y escasamente algún cambio.

Esto si queremos hacer el bien a los que en verdad necesitan del apoyo comunitario. (www.intersip.org).