Por lo insólito en estos años en que, por desgracia, se han perdido los valores no solo entre los jóvenes, sino ahora también entre niños menores de 12 años que igual que los adolescentes de esta época ya son respondones y desobedientes a su mamá y papá, me llamó la atención una noticia dada a conocer por los medios de comunicación de Saltillo, Coahuila, sobre la entrega a la policía por sus propios padres, de su hijo el joven de 18 años de edad, quien junto con otro menor de 16 años, a golpes y pedradas dieron muerte a un taxista para robarle lo poco que había logrado en los viajes que le salieron la última noche que trabajó en su coche de servicio público.
Mi Columna
Duele, pero dignifica
Por Carlos Robles Nava
Por lo insólito en estos años en que, por desgracia, se han perdido los valores no solo entre los jóvenes, sino ahora también entre niños menores de 12 años que igual que los adolescentes de esta época ya son respondones y desobedientes a su mamá y papá, me llamó la atención una noticia dada a conocer por los medios de comunicación de Saltillo, Coahuila, sobre la entrega a la policía por sus propios padres, de su hijo el joven de 18 años de edad, quien junto con otro menor de 16 años, a golpes y pedradas dieron muerte a un taxista para robarle lo poco que había logrado en los viajes que le salieron la última noche que trabajó en su coche de servicio público.
Los hechos sucedieron en Ramos Arizpe, la semana pasada y la víctima de estos dos mozalbetes fue el infortunado chofer Pedro Adrián de León Espinoza, cuando se opuso a ser asaltado por los dos ahora asesinos, quienes según su versión de porqué lo hicieron, respondieron “pos´ andábamos drogos”, así de simple y sencillo, como si el hecho de andar “mafufos” es pretexto y da el derecho de quitar la vida al prójimo.
El infortunado trabajador del volante, fue abordado cerca de uno de los puentes vehiculares de la carretera Saltillo-Ramos Arizpe y tan pronto abordaron el taxi los mozalbetes asesinos, quitaron a su víctima el celular que llevaba consigo, para luego advertirle que iban a matarlo, por lo que para protegerse no espero más, bajó del coche y echó a correr, pero más adelante lo alcanzaron sus asesinos que primero lo golpearon y luego “remataron” a pedradas, para dejarlo abandonado en un terreno baldío de Ramos Arizpe.
Los chavos asesinos se llevaron el vehículo a otro terreno vacío en el mismo sector donde le retiraron algunas piezas para luego abandonarlo para luego irse tranquilamente a sus respectivas casas a dormir la “mona” y dejar pasar los efectos de la drogadicción como si lo hecho hubiera sido cosa menor y sin mayor importancia.
Juan Alberto Páez Muñiz, el asesino de 18 años de edad, amigo y cómplice del menor cuyo nombre conforme a la ley no se proporciona para su publicación, al escuchar en su colonia Analco comentarios de los vecinos sobre el hallazgo del cuerpo del chofer asesinato, arrepentido habló con sus padres y confesó ser él uno de los criminales.
Madre y padre de Páez Muñiz, no esperaron más y por teléfono se comunicaron a la policía y revelaron el crimen de su vástago, quien minutos más tarde fue llevado a la cárcel por agentes de seguridad de la tierra del Padre del Federalismo, para luego ponerlo en manos de las autoridades judiciales para su proceso.
No recuerdo, al menos en los últimos años, un caso similar y no lo digo respecto al asesinato que es ya pan de cada día aunque nos duela decirlo, sino la decisión tomada por este matrimonio, padres del asesino Juan Alberto Páez Muñiz, de entregar a su hijo a la justicia.
Es indudable que una decisión de esa envergadura no solo es dolorosa, pues al menos así lo pienso que ningún padre queremos ver a un hijo tras las rejas, ya no por horas, sino por muchos años en una penitenciaria por la gravedad del delito como es este caso.
Sin embargo, no es común y menos ordinario, que en estos tiempos en que se han roto y brincado las barreras de valores de todo tipo en la casi generalidad de las familias de México, haya surgido sorpresivamente con la dignidad y fuerza de una vez confesado su delito la hija e hijo o familiar cercano, entregarlo a la justicia.
Es algo inaudito, definitivamente, en esta época en que muchos padres algún día nos convertimos en cómplices de acciones improcedentes y hasta injustificables de alguna hija o hijo, pues en situaciones menores existimos padres que se nos arrogaría el corazón, además de otra cosa, para tener la fuerza y corazón de entregar a la justicia a uno de nuestros vástagos.
En lo personal, no conozco a los padres de Juan Alberto Páez Muñiz y mis respetos por esta actitud digna de haber hecho lo que muchos padres no hubiéramos hecho.
Esto reafirma que aunque estas actitudes ya casi no se ven, aunque dolorosas son dignificantes, por lo que reconozco la decisión de estos papás que no quisieron ser cómplices de algo grave cometido por el hijo descarriado que no solo sucede en familias de limitados recursos económicos, sino hasta en los más encumbrados, aunque la diferencia es que unos los protegen y los menos no se atreven. (www.intersip.org)