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Carlos Robles

Son los más odiados

Mi Columna

Son los más odiados

Por Carlos Robles Nava

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Son de mucha utilidad y sirven bastante, pero a la vez muchos los rechazan y odian, aunque contradictoriamente quienes no los quieren, en ocasiones a gritos los exigen, pese a ser mal queridos.

Me refiero a los bordos o reguladores de velocidad instalados en las principales ciudades de Coahuila y particularmente en Torreón y Saltillo.

Los contenedores de velocidad se hicieron necesarios en las proximidades de centros educativos, en clínicas y hospitales, en varios sectores, además de muchas calles en donde los vecinos han pedido a las autoridades los instalen por la inmoderada velocidad con que no pocos conductores de vehículos irresponsables transitan por esas arterias.

Estos odiados bordos han salvado vidas y dado mayor tranquilidad a miles de familias, aunque sus buenos resultados nadie los resalta y menos le dan importancia.

Desgraciadamente no se ha conseguido disminuir a los conductores vehiculares “correlones” y por el contrario crece su número ante la impotencia de las mismas autoridades locales que no están en condiciones de asignar a un agente vial o de tránsito en cada uno de esos puntos.

Se han instalado avisos precautorios o previsores sobre la existencia de estos mal preciados y mal queridos reguladores de velocidad pero sin lograr muchos beneficios en protección no solo de los niños que habitan esos sectores, sino de adultos mayores y de otras personas de otras edades.

No faltan los críticos que les ven demasiados defectos y los hacen responsables de daños sufridos en los vehículos cuando que la culpa son de los mismos automovilistas por pasar sobre los bordos a velocidades exageradas haciendo caso omiso de los anuncios oficiales que advierten oportunamente de la existencia de los reguladores de velocidad.

Este desprecio a los odiosos y rechazados bordos no es nuevo, de hecho viene desde la construcción de los primeros que en lo personal estimo es de hace cuarenta o más años, tiempo en que no han merecido el respeto de los conductores en general.

La malquerencia viene no solo de los automovilistas particulares, también se han agregado a esta lista los choferes de servicio público urbano considerándolos un estorbo al no lograr llegar a tiempo a las terminales y ser sancionados económicamente por desfasarse en el horario de su recorrido.

No se diga de los traileros al obligarse disminuir la velocidad y perder tiempo para la descarga y entrega de la mercancía que transportan.

Somos muchos los que no ocultamos su rechazo, además de desconocer su utilidad y beneficios en la protección de los peatones.

¿Por qué no convertirnos en los principales propagandistas en nuestras reuniones o pláticas con conocidos y desconocidos, con la familia, en reuniones sociales, etc., siendo esta nuestra mejor aportación en aras de la utilidad de los odiados topes?. (www.intersip.org)